El Everest no es Benidorm, pero está casi tan masificado como una playa española, sobre todo durante la primavera, cuando los escaladores colapsan las rutas abiertas a una de las cumbres míticas del Himalaya.
Para descongestionar las vías, el gobierno de Nepal se propone reducir las tarifas de los permisos de escalada durante los meses en los que habitualmente nadie acude a la montaña.
La medida tiene otros dos objetivos: por un lado, atraer a más montañeros a escalar el pico más alto de la Tierra durante el resto del año y, por otro, relanzar el turismo general en la zona, que ha descendido desde que el conflicto con la guerrilla maoísta se intensificó.
Cada primavera, decenas de expediciones se congregan a los pies de Everest para intentar la ascensión por el glaciar Khumbú, la ruta abierta por dos escaladores en 1953.
Pero el gigante del Himalaya permanece prácticamente desiero en otoño e invierno.
Considerando que cada expedición cuesta unos 70.000 dólares, la medida de aplicar rebajas de entre el 50 y 70% parece muy atractiva.
Los montañistas se enfrentan al frío extremo incluso en verano
Sin embargo, quienes conocen la montaña dudan de la eficacia de esta medida, ya que la causa de que nadie escale en invierno es el frío extremo y la escasez de horas de sol.
Si en verano las temperaturas en la cima alcanzan los 30 grados bajo cero, en invierno pueden descender hasta los -50ºC, por lo que es lógico pensar que los escaladores seguirán eligiendo la temporada más "cálida" para el ascenso.
¿Quién se apunta a una escalada por el Everest? Eso sí, cada uno que se page lo suyo que no está la cosa para invitar a la gente.
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